El aumento del comercio entre los países por mar y por tierra ayudó a introducir conejos en todos los continentes, excepto en la Antártida. Por aquel entonces la gente estaba mejorando la forma de cultivar, se cultivaba cada vez más tierra y los campos estaban llenos de alimentos. De este modo se ofrecía involuntariamente a los conejos un hábitat idea donde vivir. Esto, combinado con su famosa tasa de reproducción rápida, hizo que establecieron rápidamente dondequiera que iban.
Se cree que los conejos se empezaron a domesticar cuando los monjes medievales los comenzaron a criar en jaulas para comer. Los conejos recién nacidos, gazapos, no se consideraban carne y se permitían comer durante la Cuaresma. Los monjes, que era muy aplicados, no tardaron en estudiar las razas y en seleccionarlas para obtener nuevos colores de pelaje.
La revolución industrial provocó que muchas personas se desplazaran del campo a la ciudad, llevándose también a sus conejos consigo. Un par de conejos pueden producir hasta 90 kilos de carne al año, lo cual era una fuente muy importante de alimento. Pero en el siglo XIX las cosas empezaron a mejorar para los conejos, los victorianos comenzaron a criarlos para llevarlos a exhibiciones y competiciones. Desde entonces en Reino Unido se dejó más o menos de comer conejo, aunque en otros muchos países siguen siendo parte regular de la dieta.
(El primer cuadro en el que aparece un conejo fue pintado por Tiziano en el año 1530, 'Madonna con un conejo').
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